Un museo cosmopolita
Cuando el Guggenheim aterrizó en Bilbao una de las cuestiones pendientes era la inclusión de los artistas vascos
Cuando el Guggenheim aterrizó en Bilbao una de las cuestiones pendientes era la inclusión de los artistas vascos. Un museo en Euskadi sin Chillida y Oteiza parecía inconcebible, ¿pero qué pasaría con quienes no tenían o tienen tanta proyección internacional?
Darío Urzay fue uno de los primeros artistas vascos en colgar obra en sus paredes. Le encargaron una pieza y acabó haciendo dos de 1.7×8.5 metros. Hacer una pieza a la altura del museo fue un reto él. Para Javier Pérez también supuso un desafío enfrentarse a la arquitectura de varias salas. En el caso de Jesús María Lazkano, la intención era mostrar el proceso creativo, “todo aquello que habitualmente queda escondido en el estudio”. Para Koldobika Jauregi exponer en el Guggenheim tuvo más trascendencia a nivel personal que profesional.
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Tras una etapa en la que el Guggenheim mostró un interés menor por los artistas vascos, con la excepción de los citados Oteiza y Chillida, a comienzos de esta década cambió de rumbo y, como dice Urzay, se convirtió en un escaparate internacional para la creación artística del momento actual en Euskadi. Nadie duda de que la programación del museo ha de anteponer la calidad sobre cualquier otro criterio, pero, como dice Javier Pérez, sus responsables también “deben velar por la presencia de artistas vascos”, sin que ello suponga hacer concesiones en el nivel exigido.
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Lazkano es algo más crítico y echa en falta una apuesta más decidida por los artistas vascos. De hecho, todos coinciden en que exponer en la pinacoteca no ha supuesto un hito en la carrera de ninguno de ellos ni les ha abierto las puertas de otros grandes centros de arte. El director del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, destaca que la programación se elige en función de la calidad y no de la geografía. También asegura que la programación responde a la intención del museo de “captar a una audiencia universal”.
Para Javier González de Durana, profesor de Historia de Arte en la Universidad del País Vasco, el modelo del museo está centrado en atraer visitantes poco interesados en recibir planteamientos artísticos complejos. “Es un público en tránsito que busca entretenerse o sorprenderse durante un par de horas”, apunta. Desde la casa del propio Durana, situada frente al museo, se rodó una de las escenas más famosas de la película ‘El mundo no es suficiente’, de la serie de James Bond. También de película podrían ser algunas de las escenas que recuerda el subdirector de mantenimiento del museo. “Una vez un coche se metió por las escaleras pensando que teníamos un garaje”, cuenta.