El titanio no se oxida
El titanio es el elemento número veintidós de la tabla periódica y el metal con mayor proporción dureza-densidad. Al igual que el aluminio y el magnesio, se oxida cuando está expuesto al aire.

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El titanio es el elemento número veintidós de la tabla periódica y el metal con mayor proporción dureza-densidad. Al igual que el aluminio y el magnesio, se oxida cuando está expuesto al aire. Pero solo una finísima capa, que de esa manera protege al resto del metal y lo dota un color cambiante, según la estación del año y la hora del día. Veinte años después de su apertura, las 33.000 placas de titanio que cubren el Guggenheim siguen brillando con la misma intensidad. Es el símbolo del éxito de un museo que ha desbordado todas las previsiones y desde el 18 de octubre de 1997, el día de su inauguración, se convirtió en icono de la ciudad.
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La previsión que se consideró más razonable apuntaba a un volumen anual de visitantes en torno a 400.000. Veinte años después, la media se sitúa por encima de 900.000.

«En el plano arquitectónico, económico y urbanístico salió más que bien», reconoce Zallo. Y ahí destaca que habría que hablar de ‘efecto Gehry’; y no de ‘efecto Guggenheim’. «Fue él quien salvó el proyecto, creando un lugar imposible y una escultura visitable, con la excusa de que también hay exposiciones».

El edificio se ha convertido en un verdadero objeto de consumo, y en visita ineludible para público de todo el mundo. La previsión que se consideró más razonable apuntaba a un volumen anual de visitantes en torno a 400.000. Veinte años después, la media se sitúa por encima de 900.000.

Esas cifras hacen que se contemple con una perspectiva diferente el dato sobre el coste del edificio: los 10.000 millones de pesetas del coste del edificio -que con los emolumentos del arquitecto, de las ingenierías y las licencias ascendería a 14.000 de entonces- serían hoy, corregidos por la inflación, unos 148 millones de euros. Más o menos lo que ha costado el nuevo San Mamés. Además, el impacto económico supera con creces a la inversión: durante sus veinte años los ingresos rondan los 4.700 millones de euros, su aportación al PIB supera los 4.200 millones, y las Haciendas vascas han recaudado 660 millones adicionales y su nivel de autofinanciación en 2016 se situó en torno al 68%, algo insólito en los museos españoles.

Su impacto económico supera con creces la inversión: durante sus veinte años los ingresos rondan los 4.700 millones de euros, su aportación al PIB supera los 4.200 millones, y las Haciendas vascas han recaudado 660 millones adicionales

Muchos aseguran que si Bilbao quiere recibir aún a más turistas tendrá que buscarse otros atractivos porque solo el Guggenheim no será suficiente. Sin embargo, los datos lo siguen respaldando: el número de visitantes sube año a año y casi con total seguridad en 2018 alcanzará los 20 millones. Y su director lo corrobora: el museo ha cumplido su objetivo de ser un catalizador fundamental en la transformación en Bilbao. «Es algo que está en nuestro ADN y esperamos que los siga siendo en el futuro», apunta Vidarte. Dos décadas después de su apertura, el titanio sigue sin oxidarse.
Trabajo realizado por: Máster El Correo / UPV-EHU

Alberto Castilla
Eduardo Castrillo
Telmo Deng
Yelissa Díaz
Beatriz García
Olatz Hernández
Beatriz Landaeta
Mónica Lozano

Agurtzane Méndez
Maider Mezcua
Sayuri Nishime
Alberto Ramón
Ana Cristina Ruíz
Michael Susin
Maria Teresa Valerio

Agradecimientos