Como el Ave Fénix

La función primordial del proyecto era ayudar a superar la crisis y revitalizar la villa, sumida en una profunda depresión a causa del cierre de los astilleros y la siderurgia asentados junto a la ría, y también por las inundaciones de 1983

La función primordial del proyecto era ayudar a superar la crisis y revitalizar la villa, sumida en una profunda depresión a causa del cierre de los astilleros y la siderurgia asentados junto a la ría y las inundaciones de 1983. Ese era el propósito de los impulsores del museo. Alfonso Basagoiti, exconsejero de Hacienda del Gobierno vasco, destaca que «el gran problema» que había en aquella época era que el proyecto tenía a muy pocos a su favor, ya que se creía que el museo iba en contra del arte vasco.

Lo ratifica Joseba Arregi. El exconsejero de Cultura -ocupó la cartera entre 1986 y 1991- afirma que para los críticos la implantación del museo implicaba «venderse a los americanos». A esto se sumaba que la existencia de una elevada tasa de paro, sobre todo en la margen izquierda, obligaba a un gran gasto público en asistencia social, mermando los recursos para otros asuntos.

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Entre las voces más críticas al proyecto estaba la de Ramón Zallo, catedrático de la UPV/EHU y asesor del Departamento vasco de Cultura entre los años 2002 y 2009. «Fue un proyecto incoherente en lo cultural», explica. El museo traía implícita una dependencia de la fundación para el uso de la marca y la programación; mientras, «las instituciones vascas asumían todos los costes de aquel contrato», argumenta Zallo. En lo cultural, «era una concepción economicista y comercial de la cultura, muy dañina para la minoritaria».

«En cualquier momento tendrá que acometer su proyecto de ampliación para dotarse de espacios que puedan dar acogida a tipos de programación más acorde con las expectativas y las exigencias cambiantes de la audiencia», sentencia Vidarte.

Entre las voces más críticas al proyecto estaba la de Ramón Zallo, catedrático de la UPV/EHU y asesor del Departamento vasco de Cultura entre los años 2002 y 2009. «Fue un proyecto incoherente en lo cultural», explica. El museo traía implícita una dependencia de la fundación para el uso de la marca y la programación; mientras, «las instituciones vascas asumían todos los costes de aquel contrato», argumenta Zallo. En lo cultural, «era una concepción economicista y comercial de la cultura, muy dañina para la minoritaria».

Hoy se considera que el Guggenheim ya no tiene un papel que jugar como dinamizador de la ciudad. Además, no se han comprado obras desde 2010 y el espacio expositivo es insuficiente para dar cabida a toda la colección. «En cualquier momento tendrá que acometer su proyecto de ampliación para dotarse de espacios que puedan dar acogida a tipos de programación más acorde con las expectativas y las exigencias cambiantes de la audiencia», sentencia Vidarte.

No obstante, el proyecto de ampliación previsto en Urdaibai-junto a la ría de Gernika-, lleva años paralizada debido a diversos factores. En primer lugar, la gran inversión que requeriría el nuevo museo, unos 200 millones de euros; por otro lado, nada asegura que consiga replicar el ‘efecto Guggenheim’. Y si lo hiciera, seguramente resultaría incompatible con una buena gestión medioambiental. «Requiere un redimensionamiento radical si se ubica en Sukarrieta o un replanteamiento de ubicación y de concepto», sentencia Ramón Zallo.

Trabajo realizado por: Máster El Correo / UPV-EHU

Alberto Castilla
Eduardo Castrillo
Telmo Deng
Yelissa Díaz
Beatriz García
Olatz Hernández
Beatriz Landaeta
Mónica Lozano

Agurtzane Méndez
Maider Mezcua
Sayuri Nishime
Alberto Ramón
Ana Cristina Ruíz
Michael Susin
Maria Teresa Valerio

Agradecimientos